Miércoles, 28 de junio de 2017
EL ‘BLUES’ DEL MUSEO
Si no fuera porque el Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal (MACEW), el primero de España en su modalidad, es una realidad viva y sus dirigentes seguirán remando para disponer, por fin, de una sede estable, en el futuro Complejo Dotacional Cultural Espacio San Francisco (es extraño no escribir parque después de haberlo hecho durante tantos años pero la realidad se impone), se diría que las interpretaciones musicales interpretadas por Julia de León (voz), Ignacio González (guitarra) y Guillermo Pérez (armónico), sonaban como un ‘blues’ agónico en la rúbrica del acto conmemorativo del décimo aniversario de la reapertura del museo (2007-2017), en la Casa de la Aduana del Puerto de la Cruz.
No es que el trío, De tres al cuarto, sonara mal, todo lo contrario. Y hasta cabe afirmar que era el estilo apropiado para la ocasión, pese a la tristeza o la melancolía del género. Pero repasando todos los esfuerzos para que un museo de estas características cristalizara en una ciudad como la portuense y el motivo elegido para conmemorar el décimo cumpleaños (una exposición de libros del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, IEHC), quizás se vieron envueltos en un halo extraño que pudo dejar desconcertados a los asistentes que minutos antes habían escuchado la enésima elegante reivindicación de un sitio apropiado para el MACEW y la respuesta de los gobernantes, ahora ya más verosímil o creíble habida cuenta del inicio de las obras de adecuación de una casa contigua al vetusto y cerrado parque, paso previo a la nueva dotación tras el concurso de ideas convocado por el Consorcio Urbanístico para la Rehabilitación Turística ganado por Judith Sastre y Simón Francés.
Pero bueno, no fue un aniversario apesadumbrado o doloroso, ni mucho menos. Hace sesenta y cuatro años, la iniciativa de Westerdhal surgía para dar lustre y proyección a la ciudad y a la isla, para albergar pruebas de la intelectualidad creativa. Estuvo muchos años oculto, sin luz visible, como si se tratara de una conjura diabólica para que sus inmensos valores artísticos no fueran apreciados. Y ahora todo da a entender que se está más cerca, incluso, de una mayor superficie del espacio expositivo.
La profesora Margarita Rodríguez Espinosa se encargó de explicar que la biblioteca del IEHC cobraba especial relevancia en este aniversario. “La biblioteca y este museo -igual que el arqueológico en sus inicios, ahora de titularidad municipal- son criaturas del Instituto, nacidas el mismo año de su fundación, que se abrieron al público desde 1953, llenando así el vacío cultural de la primera época de la posguerra”, dijo Rodríguez antes de describir y dar paso a la contemplación de las vitrinas donde figuraba la selección de los fondos bibliográficos.
Hay una relacionada con los fundación del IEHC y los primeros años de su andadura, en la segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo. Otras dos están dedicada al Fondo Sebastián Padrón Acosta. Luego están recogidas las primeras ediciones de autores canarios (las anteriores a 1936 sobrevivieron resguardadas en las bibliotecas de sus propietarios hasta que engrosaron la del Instituto que, durante muchos años, prestó funciones de biblioteca pública) y una última vitrina que alberga las primeras ediciones y obras de autores de la Generación del 27 (1922-36). Un complemento con ejemplares donados por la escritora, artista y editora Pino Ojeda; y otros del matrimonio Holmsen y su hija Lena, hacen de la exposición -junto con el catálogo, cuya portada es un fragmento reproducido del libro Romanticismo y cuenta nueva, de Emeterio Gutiérrez Albelo, 1933)- una deliciosa prueba del esmero que ha significado haber conservadp estas joyas y ahora sacarlas a la luz.
El ‘blues’ no era agónico, qué va: era el canto de décadas de compromiso, plasmado en un museo y sus circunstancias.